No deberíamos conceder carta blanca a las empresas europeas y estadounidenses que se establecen en Asia y África con la excusa de que ofrecen algo que al menos es mejor que lo que hay. Es posible que no podamos exigirles unos máximos, es decir, unas condiciones de trabajo comparables a las de aquí. Pero sí podemos exigirles unos mínimos. Por ejemplo, tienen suficiente margen de maniobra para pagar un extra a las familias que lleven a sus hijos a la escuela, evitando así el trabajo infantil.