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Kindle Notes & Highlights
by
Henry Miller
Started reading
January 29, 2021
Va a haber más calamidades, más muerte, más desesperación. Ni el menor indicio de cambio por ningún lado. El cáncer del tiempo nos está devorando. Nuestros héroes se han matado o están matándose. Así, que el héroe no es el tiempo, sino la intemporalidad. Debemos marcar el paso, en filas cerradas, hacia la prisión de la muerte. No hay escapatoria. El tiempo no va a cambiar.
El mundo que me rodea está desintegrándose y deja aquí y allá motas de tiempo. El mundo es un cáncer que se devora a sí mismo...
Cuando todo vuelva a retirarse a la matriz del tiempo, reinará el caos de nuevo y el caos es la partitura en que se escribe la realidad.
Las personas son como los piojos: se te meten bajo la piel y se entierran en ella. Te rascas y te rascas hasta hacerte sangre, pero no puedes despiojarte de una vez.
La atmósfera está saturada de desastres, frustración, futilidad. Rascarse y rascarse... hasta que no quede piel. Sin embargo su efecto en mí es estimulante. En lugar de desanimarme, o deprimirme, disfruto. Pido a gritos cada vez más desastres, calamidades mayores, fracasos más rotundos. Quiero ver el mundo escacharrado, quiero que todo el mundo se rasque hasta morir.
Un poco después, al pasar por el Dome, veo de repente una cara pálida y triste y unos ojos ardientes... y el trajecito de terciopelo que siempre he adorado, porque bajo el suave terciopelo siempre estaban sus cálidos senos, las piernas de mármol, frescas, firmes, musculosas. Se levanta de entre un mar de caras y me abraza, me abraza apasionada: mil ojos, narices, dedos, piernas, botellas, ventanas, monederos, platos nos miran airados y nosotros abrazados y olvidados del mundo. Me siento a su lado y ella habla: un diluvio de palabras. Notas frenéticas y febriles de histeria, perversión, lepra.
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Todo lo que nos rodea está desmoronándose, desmoronándose, y el cuerpo cálido bajo el cálido terciopelo se muere por mí...
Después de acabar, le he pedido que tocara algo para mí. Es una gran intérprete, Elsa, aunque sonaba como ollas rotas y chocar de cráneos. Además, lloraba mientras tocaba. No se lo reprocho. En todas partes lo mismo, dice. En todas partes un hombre y luego tiene que irse y después un aborto y luego un nuevo empleo y después otro hombre y a nadie importa ella tres cojones salvo para usarla.
En cierto modo, me da mucha pena y, sin embargo, me importa un bledo.
El mundo, nuestro mundo, lleva cien años o más muriendo. Y, en estos últimos cien años más o menos, ningún hombre ha sido bastante loco como para meter una bomba por el ojo del culo a la creación y hacerla saltar por los aires. El mundo está pudriéndose, muriendo poco a poco. Pero necesita el coup de grâce, necesita saltar en pedazos.
Vamos a consignarlo: la evolución de este mundo que ha muerto, pero no ha recibido sepultura. Estamos nadando en la superficie del tiempo y todo lo demás ha naufragado, está naufragando o va a naufragar.
No, benditas cucarachas, no me molestáis. Me estáis alimentando. Os veo sentados ahí y juntos y sé que os separa un abismo. Vuestra cercanía es la de los planetas. Yo soy el vacío entre vosotros. Si me retiro, no tendréis vacío en que flotar.
Decretamos que las mujeres debían sufrir, que entre bastidores debía haber más terror y violencia, más desastres, más sufrimiento, más dolor y miseria.