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(¿Hay algo más perfecto que El eterno marido?)
Sus ojos son como ombligos diminutos.
«La vida», dijo Emerson, «consiste en lo que un hombre piensa todo el día».
Pero no deseo volver a América, para que me unzan otra vez al yugo, para trabajar en la noria. No, prefiero ser un hombre pobre de Europa.
¿Para qué quieres los brazos y las piernas? No necesitas los brazos ni las piernas para escribir. Necesitas seguridad... paz... protección.
eso es tan increíble, que ya no parece una mentira.
Se lo había rapado... no se había dejado ni un pelo. ¿Te has tirado alguna vez a una mujer que se hubiera afeitado el chocho? Es repulsivo, ¿verdad? Y divertido también. Cosa como de locos. Ya no parece un chocho: es como una almeja muerta o algo así.»
«¡Mostradme a un hombre que se explaye exageradamente y os mostraré a un gran hombre!».
¿De qué querrían que hablara?, me pregunto. ¿De Hojas de hierba, las barreras arancelarias, la Declaración de Independencia, la última guerra de mafias? ¿De qué? ¡A ver! ¿De qué? Me gustaría saberlo. Bueno, pues, voy a deciros una cosa: nunca mencioné esos temas.
«Hubo un tiempo en que me deshacía en elogios de ellos», dijo, «pero eso era todo literatura. Ahora los conozco... sé cómo son de verdad. Son crueles y mercenarios. Al principio, parece maravilloso, porque tienes la sensación de ser libre. Al cabo de un tiempo, te cansas. Por debajo todo está muerto; no hay sentimiento, ni compasión, ni amistad.
Los seres humanos constituyen una fauna y flora extraña. De lejos parecen insignificantes; de cerca, feos y maliciosos. Más que nada necesitan estar rodeados de suficiente espacio: de espacio más que de tiempo.
