—No tengo ningún motivo para no ser sincera con usted, señor —contestó ella—. Una dama puede ocultar cosas por temor a perder su reputación, pero yo estoy por encima de eso. —¿A qué te refieres, Grace? —le preguntó. —Simplemente que yo nunca fui una dama, señor, y ya he perdido toda la reputación que pudiera tener.

