El malentendido se lo debemos a José Martí, autor de ese debatible ideario existencial —devenido en precepto de autoayuda— según el cual todo ser humano debe perseguir una triple misión en la vida: «plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro». Pura demagogia sensiblera la del cubano. Lo verdaderamente desafiante, pienso, sería lograr que el árbol plantado no se tale, que el hijo engendrado no se descamine pronto, y que el libro, junto con escribirse y publicarse, se lea, se discuta.