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«Uno teme por lo que todavía no ha perdido».
Un hijo te distingue, te salva de la banalidad, te convierte en alguien importante por primera vez.
El malentendido se lo debemos a José Martí, autor de ese debatible ideario existencial —devenido en precepto de autoayuda— según el cual todo ser humano debe perseguir una triple misión en la vida: «plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro». Pura demagogia sensiblera la del cubano. Lo verdaderamente desafiante, pienso, sería lograr que el árbol plantado no se tale, que el hijo engendrado no se descamine pronto, y que el libro, junto con escribirse y publicarse, se lea, se discuta.
¿Qué diría usted que es el amor? —El amor. No sé. Tal vez es un lujo que no siempre podemos permitirnos.
Una casa no es una dirección ni un código postal, sino un lugar donde alguien o algo espera por ti.

