El carácter se cuaja en el dolor más que en la felicidad, en lo terrible más que en lo gratificante. El dolor nos hermana, nos reconcilia, nos recuerda mejor que somos de la misma especie. Las victorias generan camaraderías provisionales; las derrotas, en cambio, ponen en marcha alianzas duraderas. Las grandes amistades, como los grandes amores, se hacen fuertes en la desgracia, no en la dicha.