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Muy pronto captas que vivir fuera es volverte invisible donde solías ser demasiado visible. Es como morir de golpe pero sin causar dolor a nadie. Eso es el exilio: un entrenamiento para que, el día que mueras, a tus parientes y conocidos no les cueste lidiar con tu ausencia.
El carácter se cuaja en el dolor más que en la felicidad, en lo terrible más que en lo gratificante. El dolor nos hermana, nos reconcilia, nos recuerda mejor que somos de la misma especie. Las victorias generan camaraderías provisionales; las derrotas, en cambio, ponen en marcha alianzas duraderas. Las grandes amistades, como los grandes amores, se hacen fuertes en la desgracia, no en la dicha.
Una casa no es una dirección ni un código postal, sino un lugar donde alguien o algo espera por ti.