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Atenea, al igual que Deméter, nunca fue tocada por un hombre.
pesar de Deméter ante la partida de su hija hizo que a los árboles se les cayeran las hojas y que un tiempo muerto se arrastrase por el mundo. Pasaron otros seis meses, Perséfone emergió de los dominios de Hades, y el ciclo del nacimiento, la renovación y el crecimiento comenzó otra vez. Así es como surgieron las estaciones: el otoño y el invierno de la pesadumbre de Deméter por la ausencia de su hija y la primavera y el verano por su júbilo al regreso de Perséfone.
Todavía hoy, la mayor parte de esa región es un gigantesco desierto que llamamos Sáhara, pero para los griegos era la tierra que Faetón quemó.
Como compensación, y en honor de la familia, Dioniso bautizó a los racimos de uvas como staphylos, al líquido alcohólico y a la borrachera como methe y a la uva misma como botrys.
Dioniso se estableció pronto como dios del vino, de la juerga, de la borrachera delirante, la disipación desinhibida y del «futuro orgiástico».
Para los griegos, la hibris era un tipo concreto de orgullo. A menudo llevaba a los mortales a desafiar a los dioses, provocando castigos inevitables de uno u otro tipo.
Quizás una definición mejor de narcisismo es la necesidad de mirar a los demás como superficies reflectantes que solo nos satisfacen cuando reflejan una imagen encantadora o admirada de nosotros mismos. Cuando miramos a los ojos de otro, en otras palabras, no estamos buscando quién es el otro, sino cómo nos reflejamos en sus ojos.
El nombre de Prometeo significa, como he dicho, «previsión».
Esta es, tal vez, una manera de insinuar que Prometeo es padre de nuestra civilización de un modo más sutil que como proveedor de fuego, ya sea real o simbólico.
Otros han sostenido que Elpis significa algo más que «esperanza», sugiere expectativa y no solo eso, sino expectativa ante lo peor. Presagio, en otras palabras, temor y sensación de inminencia de la fatalidad.
Con Elpis encerrada, en otras palabras, somos, al igual que Epimeteo, capaces de vivir el día a día, despreocupadamente ignorantes de, o por
lo menos ignorando, la sombra del dolor, la muerte y el fracaso último que se cierne sobre todos nosotros.
Nietzsche lo contemplaba de una manera, no obstante, ligeramente distinta. Para él la esperanza era la más perniciosa de todas las criaturas encerradas en el ánfora porque la esperanza prolonga el sufrimiento de la existencia del hombre.
Zeus
la incluyó en el ánfora porque quería que se escapase y atormentase a la humanidad a diario con su falsa promesa de lo bueno por venir. Que Pandora la mantuviese prisionera fue un acto triunfal que nos salvó de la mayor crueldad de Zeus. Con esperanza, argumenta Nietzsche, somos lo suficientemente estúpidos ...
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Lo que hace que los griegos se nos antojen tan atractivos es que parezcan tan sutil, perspicaz y vivamente conscientes de esas distintas partes de sus naturalezas. «Conócete a ti mismo» era el lema grabado en el pórtico del templo de Apolo de Delfos.