Esteban Martinez-Murga

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Toda sociedad aspira a perdurar y ser recordada. El acto de escribir alargaba la vida de la memoria, impedía que el pasado se disolviera para siempre. En los primeros tiempos, los poemas aún nacían y viajaban por cauces orales, pero algunos bardos aprendieron el trazado de las letras y empezaron a transcribirlos en hojas de papiro (o los dictaron) como pasaporte hacia el futuro. Quizá entonces algunos empezaron a tomar consciencia de las inesperadas implicaciones de aquella osadía. Escribir los poemas significaba inmovilizar el texto, fijarlo para siempre.
El infinito en un junco
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