Heródoto parece lamentar ese temperamento peleón suyo, que en su opinión fue la causa de que los griegos nunca consiguieran construir un estado fuerte y unitario. Sí, amaban las palabras y los argumentos incisivos. Por eso eran capaces de crear poemas de bellísima orfebrería verbal, pero también de convertir cualquier discusión en una riña estéril y destructiva.

