Es un momento conmovedor, en el que el vencedor y el vencido lloran juntos y comparten certezas: el derecho a sepultar a los muertos, la universalidad del duelo y la belleza extraña de esos destellos de humanidad que iluminan momentáneamente la catástrofe de la guerra. Sin embargo, aunque la Ilíada no lo cuenta, sabemos que la tregua será breve.

