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Kindle Notes & Highlights
Estás en silencio, recorriendo con la vista hileras de letras que tienen sentido para ti y te comunican ideas independientes del mundo que te rodea ahora mismo. Te has retirado, por decirlo así, a una habitación interior donde te hablan personas ausentes, es decir, fantasmas visibles solo para ti (en este caso, mi yo espectral) y donde el tiempo pasa al compás de tu interés o tu aburrimiento. Has creado una realidad paralela parecida a la ilusión cinematográfica, una realidad que depende solo de ti. Tú puedes, en cualquier momento, apartar los ojos de estos párrafos y volver a participar en la
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Es un momento conmovedor, en el que el vencedor y el vencido lloran juntos y comparten certezas: el derecho a sepultar a los muertos, la universalidad del duelo y la belleza extraña de esos destellos de humanidad que iluminan momentáneamente la catástrofe de la guerra. Sin embargo, aunque la Ilíada no lo cuenta, sabemos que la tregua será breve.
Anna Ajmátova
El primer autor del mundo que firma un texto con su propio nombre es una mujer. Mil quinientos años antes de Homero, Enheduanna, poeta y sacerdotisa, escribió un conjunto de himnos cuyos ecos resuenan todavía en los Salmos de la Biblia.
En Visión desde el fondo del mar, Rafael Argullol reclama para sí mismo un epitafio simple, compuesto por una sola palabra: «¡Viajó!». Y añade: «He viajado para escapar y para intentar verme desde otro mirador. Cuando alcanzas a verte desde fuera, contemplas la existencia con mayor humildad y perspicacia que cuando, como un tonto jaleado por otros tontos, imaginabas tu yo como el mejor yo, tu ciudad como la mejor ciudad y eso que llamabas vida como la única vida concebible».
«Es deber de los supervivientes rendir testimonio para que los muertos no sean olvidados ni los oscuros sacrificios sean desconocidos. Ojalá estas páginas puedan inspirar un pensamiento piadoso hacia aquellos que fueron silenciados para siempre, exhaustos por el camino o asesinados».
Austerlitz, de W. G. Sebald, el protagonista recupere el recuerdo suprimido de su niñez precisamente en una librería. Criado en un pequeño pueblo de Gales por unos ancianos padres
Los clásicos son esos libros que, como los viejos rockeros siempre en activo, envejecen sobre el escenario y se adaptan a nuevos tipos de público.
«Los libros se escriben para unir, por encima del propio aliento, a los seres humanos, y así defendernos frente al inexorable reverso de toda existencia: la fugacidad y el olvido».
«El pasado nos define, nos da una identidad, nos empuja al psicoanálisis o al disfraz, a los narcóticos o al misticismo. Los que somos lectores tenemos un pasado dentro de los libros. Para bien o para mal. Porque leímos cosas que hoy nos causarían perplejidad, incluso aburrimiento. Pero también leímos páginas que todavía nos provocan entusiasmo o certezas. Un libro siempre es un mensaje».
Sin los libros, las mejores cosas de nuestro mundo se habrían esfumado en el olvido.
Ida Vitale escribió: «Como no estás a salvo de nada, intenta ser tú mismo la salvación de algo».

