Italo Calvino rescató ese antiguo procedimiento cuando tituló una de sus más fascinantes novelas: Si una noche de invierno un viajero. Los primeros títulos fijos, únicos e inamovibles pertenecieron a las obras teatrales. Los dramaturgos atenienses fueron pioneros en titular sus piezas, con las que competían en certámenes públicos y debían quedar a salvo de toda confusión al anunciarlas, promocionarlas o declararlas ganadoras. Prometeo encadenado, Edipo Rey

