Hasta tiempos muy recientes, solo se dedicaban a la literatura los ricos o las personas que merodeaban a su alrededor al acecho de sus encargos y su dinero. Como dice Steven Pinker, la historia no la escriben tanto los vencedores como la gente pudiente, esa pequeña fracción de la humanidad que dispone del tiempo, el ocio y la educación necesarios para permitirse

