No tenemos ninguna crónica detallada de aquel ocaso, pero me gusta pensar que eso es precisamente lo que intentaba describir Paul Auster en el postapocalíptico País de las últimas cosas. La novela relata el viaje de una mujer, Anna Blume, a una ciudad sin nombre, en plena desintegración, sacudida por las secuelas de un periodo de conflictos y purgas.

