«Los homicidios individuales los castigamos, pero ¿qué decir de las guerras y del glorioso delito de arrasar pueblos enteros? Hechos que se pagarían con la pena de muerte los elogiamos porque los comete quien lleva insignias de general. La autoridad pública ordena lo que está prohibido a los particulares, la violencia se ejerce mediante decisiones del Senado y decretos de la plebe. El ser humano, el más dulce de los animales, no se avergüenza de hacer la guerra y de encomendar a sus hijos que la hagan».

