En el año 529, el emperador Justiniano prohibió a quienes permanecían «bajo la locura del paganismo» dedicarse a la enseñanza, «a fin de que ya no puedan corromper las almas de los discípulos». Su edicto obligó a cerrar la Academia de Atenas, cuyos orígenes se remontaban orgullosamente al milenio anterior, hasta el propio Platón.

