Earl Hall

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Sin embargo, la oralidad misma se transformó en contacto con el alfabeto. Una vez escritas, las palabras empezaron a quedar ancladas en su orden, como notas en un pentagrama. La melodía de las frases permanecía igual para siempre; el torrente espontáneo, la agilidad en la respuesta y la libertad del lenguaje hablado se desvanecieron.
El infinito en un junco
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