La invención del alfabeto derribó muros y abrió puertas para que muchas personas, y no solo un cónclave de iniciados, pudieran acceder al pensamiento escrito. La revolución se gestó entre los pueblos semíticos. Partiendo del complicado sistema egipicio, llegaron a una fórmula de asombrosa simplicidad. Retuvieron únicamente los signos que representaban las consonantes simples, la arquitectura básica de las palabras.

