No puede ayudar a Marianne, no importa lo que haga. Hay en ella algo aterrador, un vacío enorme en lo más profundo de su ser. Es como esperar a que llegue el ascensor y que no haya nada cuando se abren las puertas, solo el vacío terrible y oscuro del hueco de la cabina, prolongándose hasta el infinito. Le falta alguno de esos instintos primarios, autodefensa o autoconservación, que hace comprensibles al resto de los seres humanos.