En muchos sentidos, Graham tenía la típica agenda de un directivo corporativo. Cada día estaba llena de reuniones. Pero había algo inusual: cada día de 6:00 a 11:00 de la mañana, Graham tenía una reunión consigo mismo. «Este es mi tiempo. Me levanto temprano, voy a la oficina temprano, me voy al gimnasio, tomo algo para desayunar y después trabajo un par de horas, antes de que empiecen las reuniones», decía Graham.