Era una cara natural e implacable a la que no era posible arrancar una sonrisa con un piropo fácil o un halago insulso. Tenía impresos recuerdos muy antiguos. Puede que ni siquiera fuesen recuerdos personales... Lo que guardaba aquella cara eran las huellas de toda una estirpe. Los ojos y la boca vivían dos vidas separadas. Los ojos negrísimos tenían los mismos brillos azulados del cabello. Una vez vi un puma en el zoológico de Dresde. Tenía los ojos como ella.

