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comprendía lo importante que era para las mujeres no equiparar «éxito» con «tener un hombre» y «fracaso» con «no tener un hombre», pero él no era más que un hombre normal que estaba solo, y los hombres normales que están solos
tienen una Teoría del Masculinismo que los exculpe y que los saque de este atolladero, clave de todas las misoginias: ¶ Considerarse incapaz de vivir sin una mujer hace que el hombre se sienta débil. ¶ Y, no obstante, sin una mujer en su vida, el hombre pierde el sentido de la acción y de la diferencia que, para bien o para mal, constituye el fundamento de su masculinidad.
Su enfermedad era una ofensa a su sentido de la propiedad.
Aquellas manos trémulas sólo le pertenecían a él y, sin embargo, se negaban a prestarle obediencia.
su inoportuna enfermedad consistiera precisamente en una negativa de su cuerpo a prestarle obediencia.
Si tu mano derecha te ofende, dijo Jesús, córtala y arrójala de ti.
Alfred se deleitó en la fantasía de cortarse la mano con un hacha: que se enterara el miembro transgresor de hasta qué punto estaba enfadado con él, del poco cariño que podía tenerle si seguía empeñado en la desobediencia.
pero, junto con el éxtasis, en paralelo, venía la inclinación a llorar por aquella mano que le pertenecía, a la que amaba y a la que le deseaba lo mejor, porque llevaba la vida entera con ella.
El deseo demasiado arrasador de ser especial, de erigirse en monarca absoluto de la superioridad, venía a constituir, también, una Señal de Aviso de la depresión clínica.
Lo imposible tiene su atractivo. La seguridad de las cosas sin salida,