—Sé que creías amarla, pero el amor, mi niño, es otra cosa —me aseguró. —¿No es sentirse vivo, palpitar, sentir a manos llenas…? Su mano se apoyó en mi antebrazo, parando mi discurso. —El amor no es esperar angustiado a que responda un mensaje ni medir cuánto vales por la atención que te preste un día, a sabiendas de que el viento soplará en otra dirección y ella cambiará de parecer el siguiente. —Esa es la emoción de… —No. Eso es el amor mal entendido. Si te hace sufrir, no es amor.

