Lo que quiero decir es que, de alguna manera, los cuentos de princesas siguen estando vigentes en un rincón, en ocasiones microscópico y otras veces enorme, de nuestras cabezas. Ya no hay príncipes a caballo ni pajaritos que nos ayuden a vestirnos para la cita donde ellos se enamorarán de nosotras para que por fin seamos felices (vaya tela… a veces cuesta creer que nos hicieran creer que la vaina iba así),

