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No es culpa mía que hayas cometido el error de enamorarte y ahora te sientas miserable. Mierda, pensaba que serías feliz ahora que vuelve a vivir en tu casa. —Sam volvió a sentarse y entrelazó los dedos sobre el vientre con gesto sombrío. Simon levantó la cabeza de golpe. —¿Quién ha dicho que la quiero? Sam contestó con los ojos en blanco: —No ha hecho falta que dijeras ni una puñetera palabra. Creo que lo averigüé cuando me partiste la cara sólo porque la toqué. —Eso no quiere decir que la ame —gruñó Simon—. Y no fue porque la tocaras. Fue por tus intenciones. —¿Cuándo fue la última vez que ...more
La Obsesión del Multimillonario: Simon
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