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A los pies de mi padre, el mundo entero estaba hecho de oro.
cuando somos jóvenes, pensamos que hemos sido los primeros en el mundo que hemos tenido cada sentimiento que existe.
Yo atesoraba cada chisme con la misma intensidad con la que un dragón guarda su tesoro.
aunque hay quien llama locura al amor.
¿A cuántos de nosotros nos concederían el perdón si se conociera lo que realmente albergan nuestros corazones?
Decía cada palabra como si se tratara de una piedra con la que pretendiera construir su futuro.
Las palabras me salían a borbotones de la boca y prendían fuego allí donde caían.
Su risa era brillante como el sol de la mañana.
La verdad es que los humanos convertidos en cerdos son terribles.
El mundo es un lugar horrible, y tenemos que vivir en él.
Tengo entendido —dije— que hay quienes aprenden a confiar en el amor.
Él era otro cuchillo, podía sentirlo. Otro tipo de cuchillo, pero cuchillo igualmente. No me importaba. Pensé: «Clávate en mí».
Pero ningún humano es infinito.
Ahora dolía, y ahora todavía dolía, y ahora, y ahora.
Era una de sus argucias: servirme una frase como quien coloca una bandeja en una mesa para ver qué pones tú en ella.
me había enseñado sus cicatrices y, a cambio, me había permitido fingir que yo no tenía ninguna.
Odiaba este vasto mundo y todo lo que había en él,
Su único amor era tener la razón, y eso nunca ha sido lo mismo que poseer sabiduría.
A menudo los hombres más necesitados son los que más detestan mostrar agradecimiento y están dispuestos a atacarte sólo por volver a sentirse poderosos.
sólo el hombre que le había infligido la herida podría curarla, con la misma lanza que había utilizado.
Uno de los dones de la juventud es el de no sentir el peso de sus deudas.
No somos nuestra sangre —contestó