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Traigo los ojos con que ella miró estas cosas, porque me dio sus ojos para ver:
Aquello está sobre las brasas de la tierra, en la mera boca del Infierno. Con decirle que muchos de los que allí se mueren, al llegar al Infierno regresan por su cobija.
Y que si yo escuchaba solamente el silencio, era porque aún no estaba acostumbrado al silencio; tal vez porque mi cabeza venía llena de ruidos y de voces.
“Allá me oirás mejor. Estaré más cerca de ti. Encontrarás más cercana la voz de mis recuerdos que la de mi muerte, si es que alguna vez la muerte ha tenido alguna voz.”
Usted ha de venir cansado y el sueño es muy buen colchón para el cansancio.
Sólo yo entiendo lo lejos que está el Cielo de nosotros; pero conozco cómo acortar las veredas.
“Miraba caer las gotas iluminadas por los relámpagos, y cada que respiraba suspiraba, y cada vez que pensaba, pensaba en ti, Susana.”
«Hay aire y sol, hay nubes. Allá arriba un cielo azul y detrás de él tal vez haya canciones; tal vez mejores voces… Hay esperanza, en suma. Hay esperanza para nosotros, contra nuestro pesar.
—Eso es malo. Cada suspiro es como un sorbo de vida del que uno se deshace.
Sentí cuando cayó en mis manos el hilito de sangre con que estaba amarrada a mi corazón.