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Aquello está sobre las brasas de la tierra, en la mera boca del Infierno. Con decirle que muchos de los que allí se mueren, al llegar al Infierno regresan por su cobija.
Me di cuenta que su voz estaba hecha de hebras humanas, que su boca tenía dientes y una lengua que se trababa y destrababa al hablar, y que sus ojos eran como todos los ojos de la gente que vive sobre la tierra.
—Eso es malo. Cada suspiro es como un sorbo de vida del que uno se deshace.
Yo sé medir el desconsuelo, don Pedro. Y esa mujer lo cargaba por kilos.