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Se le resbalan a uno los ojos al no encontrar cosa que los detenga.
—Oye, Teban, ¿dónde pepenaste esa gallina? —Es la mía —dice él. —No la traías antes. ¿Dónde la mercaste, eh? —No la merqué, es la gallina de mi corral. —Entonces te la trajiste de bastimento, ¿no? —No, la traigo para cuidarla. Mi casa se quedó sola y sin nadie para que le diera de comer; por eso me la traje. Siempre que salgo lejos cargo con ella.

