En el norte del país, los paramilitares habían logrado consolidar su presencia desde mediados de la década del ochenta, zonas conformadas por ganaderos, zonas urbanizadas donde ni el discurso, ni los mecanismos de trabajo político de las Farc-EP lograban penetrar. No tanto por la no existencia de población, que en principio podrían ser más proclives a su discurso y propósitos políticos, sino por la inexistencia de mecanismos y medios para la rebelión.