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Como dice el refrán ruso: quien cava una fosa para otro, él mismo caerá en ella.
El último sentimiento noble que conservaba era su amor incondicional a su hijo.
Los recuerdos, sean amargos o dichosos, siempre nos hacen sufrir. Al menos, eso es lo que a mí me pasa. Pero ese sufrimiento también es dulce. Por eso, cuando me deprimo, cuando lo paso mal, cuando estoy angustiada, cuando estoy triste, los recuerdos me animan y me refrescan, igual que tras un día sofocante las gotas vespertinas de rocío reaniman y refrescan a la pobre flor mustia, reseca por el calor del sol.
Pero a partir de aquí debo ocuparme de mis recuerdos más tristes y dolorosos; comienza el relato de mis días negros. Tal vez por eso, mi pluma empieza a moverse más despacio, como si se negara a seguir escribiendo.
Muy poco duraron aquellos días; pronto la pena vino a sucederlos: esta pena negra que solo Dios sabe cuándo llegará a su fin.
si todos nos convirtiéramos en escritores, ¿quién se encargaría de las copias? Esta es la pregunta que le hago y para la que le pido una respuesta, mátochka. Bueno, ahora me doy cuenta de que soy necesario, de que soy imprescindible
La literatura es una cosa magnífica, Várenka, una cosa extraordinaria; gracias a esa gente, ya desde el tercer día pude darme cuenta. ¡Es algo profundo! Sirve para fortalecer el corazón de las personas, para instruirlas... y para muchas más cosas que ellos han escrito en un libro. ¡Muy bien escrito! La literatura es un cuadro, es decir, a su modo es un cuadro y un espejo; es expresión de pasiones, crítica sutil, instrucción edificante y documento.
a veces ocurre que vives sin saber que justo a tu lado tienes un libro en el que se expone toda tu vida con pelos y señales. Y aquello que antes no podías comprender, en cuanto empiezas a leer el libro, poco a poco vas recordándolo todo, desentrañándolo y entendiéndolo.
Todo eso solo le sirve para endurecer su corazón: él no para de moverse y suplicar; la gente pasa por su lado, pero nadie le presta atención. Tienen el corazón de piedra y sus palabras son crueles: «¡Fuera! ¡Largo de aquí! ¡Deja ya de molestar!». Eso es lo que oye decir a todo el mundo, y el corazón del niño se endurece,
Le dejo el libro, el bastidor y la carta inacabada; cada vez que mire esos renglones iniciales, prosiga la lectura en su pensamiento, como si ahí estuviera todo lo que le hubiera gustado leer o escuchar de mí, cualquier cosa que yo le haya escrito o que le hubiera podido llegar a escribir.