Y luego vi que todo el establecimiento industrial del mundo, con toda su magnífica maquinaria, sus altos hornos de miles de toneladas, sus cables transatlánticos, sus oficinas de caoba, sus bolsas de valores, sus brillantes señales eléctricas, su poder, su riqueza, todo..., todo eso no estaba controlado por banqueros y consejos de administración, sino por cualquier humanitario desgarbado en cualquier cervecería de mala muerte, por cualquier cara regordeta con malicia que predicara que la virtud debe ser penalizada por ser virtud, que el objetivo de la habilidad es servir a la incompetencia,
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