Es un imperativo moral, universalmente reconocido en nuestra época, que todo hombre tiene derecho a un trabajo. —Su voz se elevó—: ¡Yo tengo derecho a eso! —¿Ah, sí? Adelante, entonces, ve y coge eso a lo que tienes derecho. —¿Eh? —Coge tu trabajo. Sácalo del arbusto donde crees que crece. —Quiero decir... —¿Quieres decir que no crece ahí? ¿Quieres decir que lo necesitas, pero no puedes crearlo? ¿Quieres decir que tienes derecho a un trabajo que yo debo crear para ti? —¡Sí!