Entonces surgen los segundos caminos, esos en los que no se vislumbra el final, ni siquiera el recorrido. Están plagados de miedo y vértigo, de una indecisión que a veces parece que no termina, de dedos acusadores que llaman imprudencia y osadía a tu valor. Entrañan riesgos y, casi siempre, falta de seguridad, de la certeza de que aquello vaya a salir bien. Sin embargo, en esos lugares se encuentran los sueños, las verdaderas aspiraciones de cada uno, ya sean trabajos, relaciones o ganas de abrir nuevas puertas. En esos trayectos aparece de pronto la libertad más pura: la del alma.

