—¿Sabes cómo me siento a veces contigo? —me preguntó de repente, después de quedarse callada unos segundos. —¿Cómo? —En ese momento abrí todas mis ventanas para que Marta no dudara en entrar. —Como un pasajero que viaja en un tren de esos que tienen paradas de larga duración y se baja en una de ellas a esperar y descubre un pueblo pequeño y precioso, un pueblo desconocido al que probablemente no habría ido nunca si no se hubiera montado en ese tren con paradas, y camina hasta la plaza y se sienta a tomarse un café mientras observa a la gente que vive allí y pasea sin prisa, y se pregunta cómo
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