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A través de la reflexión y de lo que enseña la melancolía, esta novela transita esos caminos por los que todos, en algún momento, tenemos que pasar para comprender que la vida y el amor son sublimes precisamente porque tienen un final.
No debemos forzar el olvido de quien una vez nos cedió su sitio, sino aprender a volver a ese lugar sin angustia e intentar regresar ilesos. Volver, si acaso, con una pizca de tristeza que celebre aquella felicidad tan lejana.
Sólo los que van a contracorriente consiguen llegar a su destino; allí donde están todos no hay hueco para nadie más. Y tú te mereces el mejor lugar del mundo.
hagas lo que hagas, busca el latido.
Como él decía, es mucho mejor perseguir tus sueños que dejar que tus sueños te persigan a ti sin alcanzarte, porque uno nunca se cansa de aquello que le hace feliz.
Dora decía que los recuerdos no son más que sueños en el pasado, pruebas de otras vidas que no nos atrevimos a vivir.
No trates nunca de obligar a nadie a que se quede a tu lado: dale alas para que pueda decidir libremente cuándo irse y cuándo volver. Ésa será la única manera de asegurarte un amor real y auténtico. El pájaro que vuelve a casa es el que vuela.
Pero el amor no tiene forma, mi vida, ya lo descubrirás, no se coloca en un rincón de nosotros y busca su espacio. El amor te agarra de las manos, te eleva y te suelta sin paracaídas. Ese vértigo es maravilloso.
El sexo te eleva como un proyectil, hacia o —mejor dicho— contra el cielo; te mantiene en el aire unos instantes y te deja caer como una pluma sobre la realidad. El sexo es bello y absoluto porque en algún momento termina y eso permite que vuelva a empezar, y es que todo aquello que acaba posee una belleza que nunca desaparece. Es un viaje de ida y vuelta, un paisaje efímero que desaparece al abrir los ojos.
El sexo es bello y absoluto porque en algún momento termina y eso permite que vuelva a empezar, y es que todo aquello que acaba posee una belleza que nunca desaparece.
Es necesario comprender la fugacidad de las cosas para poder atraparlas en el instante justo en que nos pasan por delante.
Creo que todo lo bueno que tiene la vida no se ve, sino que se descubre al escarbar la superficie de lo evidente.
No era difícil intuirnos, descubrir el gusto de cada uno, competir por alcanzar el deseo del otro. Aquella pasión estaba convirtiendo en cenizas mis paredes.
Apenas nos conocíamos y, sin embargo, parecía que, al menos en sueños, no podíamos soltarnos.
el amor no espera, se queda cuando él decide».
Dentro de mí había algo que me decía que estaba cerrando las puertas a un amor que sí era posible y al que estaba renunciando por cobarde. Estaba renunciando a darle forma a algo que existía y me hacía feliz.
Hay momentos en los que la vida te coloca en una situación compleja: escoger entre lo que puede hacerte feliz y lo que quieres que te haga feliz.
Entonces surgen los segundos caminos, esos en los que no se vislumbra el final, ni siquiera el recorrido. Están plagados de miedo y vértigo, de una indecisión que a veces parece que no termina, de dedos acusadores que llaman imprudencia y osadía a tu valor.
Hay que abrir los ojos para poder soñar, no lo olvides: los sueños no se cumplen con los ojos cerrados.
la felicidad no es la meta, sino el camino.
La distancia que separa el sexo del amor es, precisamente, la sensación de unión.
A veces te das cuenta de que el amor se abre paso en la cama cuando ella se levanta, se viste y se marcha, y tú quieres irte con ella sin preguntar adónde va.
Lo ideal en las relaciones sentimentales que comienzan siendo sólo sexo es trasladar esa pasión animal que nace en la cama al amor, es decir, amar con la misma fuerza y falta de pudor con la que se folla.
«El amor se acaba cuando uno de los dos cierra los ojos».
Si observar a Marta dormida era mágico, verla despertar era recobrar la fe.
Todo viaje de ida tiene una vuelta, todos los abrazos terminan despegándose, los aviones aterrizan, los frigoríficos se vacían, no sé..., las canciones acaban, y no por ello dejan de ser lo que son. ¿No te das cuenta de que hay amor por todas partes?
haga. De eso se trata: no de esquivar esos agujeros, sino de saber dónde se encuentran y seguir tu camino sin miedo a caer en ellos, es decir, aprender a vivir con los finales sin renunciar a otros principios
El amor es así, no es un camino llano y simple, sino que está lleno de piedras. Es un acantilado con vistas preciosas, créeme, pero da vértigo por la altura.
Porque al final, Gael, sólo quien es capaz de contemplar de frente una herida ajena puede convivir con la propia.
Muchos creen que, cuando las cosas se complican, la solución más apropiada es irse lejos. No se dan cuenta de que todo aquello que abandonan sigue intacto y en el mismo lugar cuando vuelven. Es como una cama rota. Aunque uno de los dos se vaya, la cama seguirá rota cuando decida volver, porque el que se queda no puede arreglarla solo, es un espacio compartido. Una huida, cariño, no es más que una pausa en el tiempo, a veces irremediable.
Eso es el amor también: la espera, la paciencia que lleva a la tranquilidad de saber que el que viene caminando hacia ti, aunque esté roto, aún hace pie.
Tardé tiempo en darme cuenta de que nadie necesita que lo salven, de que sólo uno es capaz de salvarse a sí mismo.
—¿Sabes cómo me siento a veces contigo? —me preguntó de repente, después de quedarse callada unos segundos. —¿Cómo? —En ese momento abrí todas mis ventanas para que Marta no dudara en entrar. —Como un pasajero que viaja en un tren de esos que tienen paradas de larga duración y se baja en una de ellas a esperar y descubre un pueblo pequeño y precioso, un pueblo desconocido al que probablemente no habría ido nunca si no se hubiera montado en ese tren con paradas, y camina hasta la plaza y se sienta a tomarse un café mientras observa a la gente que vive allí y pasea sin prisa, y se pregunta cómo
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Hay ciertas personas que aparecen en tu vida para enseñarte a echar de menos, y esa gente es necesaria, pues al arrebatarte algo, también te dan.
A veces uno tiene que buscar un equilibrio, colocar el peso de las decisiones en el sitio justo, aquel que no está en los extremos de la balanza. Así se libra uno de elegir, que no es sino renunciar.
Y es que el amor también consiste en coger al pajarito abandonado con las manos aún tibias y abrir la ventana.
¡La felicidad es tan frágil, mi vida, y la tristeza, sin embargo, tan poderosa! ¿Y sabes por qué? Porque sabemos que las cosas pueden acabarse y eso nos da miedo. Porque la felicidad va y viene, pero la tristeza duerme dentro de nosotros. Y no pasa nada por estar triste, mi amor. Lo que no hay que tener es miedo. Ésa es la única lucha que debe mantener el ser humano.
Cuando el miedo es tan inmenso, se transforma en una masa negra y nos envuelve. Cuando es así, no hay ningún ser humano capaz de deshacerse de él por sí solo. Si uno está de suerte, tendrá también a alguien cerca que le enseñe a librarse de él. Porque en el fondo no es tan difícil, ¿sabes? Sólo hay que ponerle nombre y mirarlo a la cara. Uno sólo puede deshacerse del miedo si lo siente, porque al hacerlo se dará cuenta de que no existe nada tan grande que pueda derribar lo que somos y lo que tenemos dentro.
Así era. Un hombre con el corazón por bandera, cuya única lucha fue la de amar hasta cuando no había amor.
Supongo que eso es lo que se siente después de que algo nazca para después quebrarse y desaparecer. Después de eso, todo brota y resurge de nuevo, como la primavera.
Marta solía decirme que yo era un hombre continente, de esos que tienen tanto que dar que no pueden recibir nada porque no les cabe.
Pero es que los errores existen por algo, están ahí puestos por un motivo, ellos mismos nos buscan para que los cometamos porque es la única forma de aprender.
¿Sabes qué más me enseñó tu abuelo, Gael? Me enseñó a tener miedo. Sí, no me he equivocado: me enseñó a tener miedo. Me enseñó a recibirlo, a saber cómo llevarlo, a hablar con él, a tolerarlo, a manejarlo e, incluso, a confiar en él, porque el miedo nos enseña cosas de nosotros mismos, cosas que desconocemos o que no queremos ver. El miedo aparece para decir: «Eh, mírame, estoy aquí, en este rincón de tu mente, agazapado; estaba dormido y algo me ha despertado. Eh, ven aquí, dame la mano, sácame de aquí, déjame que respire, que aquí hace demasiado frío. Eh, tú, sí, tú, mírame, ven, tengo algo
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Sin embargo, al momento me di cuenta de que el dolor no es algo comparable. Los sentimientos no se pueden igualar porque son fruto de algo interno de cada uno, y eso que llevamos dentro es inaccesible para el resto. Nadie puede entrar ahí nunca, sólo uno mismo.
Es desolador el paisaje que se presenta cuando uno pierde a aquellos que lo acompañan, sin duda; pero Dora me había enseñado que, casi siempre, las ausencias obligadas de aquellos a los que amamos se convierten en su mayor presencia. Y ahora mi amigo me confirmaba que no estamos obligados a olvidar a quien se marcha o a quien desaparece, no, sino que debemos aprender a honrarlos siguiendo nuestra vida como ellos siempre quisieron que hiciéramos: felices, valientes y con los mismos sueños que imaginábamos cuando no teníamos ganas de dormir.
Esas cosas le hacían especial. Hay que buscar los detalles, Gaelito. Cuando uno pasa tanto tiempo con alguien debe enamorarse también de sus detalles, porque son los que le hacen único.
Puede que no la hubiera sabido querer o que, al hacerlo, me hubiese olvidado de mí mismo. Ella tampoco había sabido quererme a mí, sin duda, pero ¿podía culparla? ¿Se puede culpar a alguien por no saber hacer algo? ¿Podía culparme a mí por todo aquello?
Dos corazones intactos y unidos son valientes y arriesgados, pero dos corazones rotos juntos, ah, ésos son imbatibles de por vida.
Cuando una pierde lo que más quiere, se convierte en alguien sin miedo. Cuando una conoce el dolor de cara, experimenta el sufrimiento más cruel y horroroso, ve el mundo desde el suelo, sabe que no existe nada peor y cambia todo. El ánima, sí, pero también la manera de enfrentarse al mundo.
No sirve de nada huir de lo que nos persigue porque la mayoría de las veces somos nosotros mismos los que nos perseguimos.

