Ella era un mar en el que yo desembocaba. Era una estrella y yo otra que caminaba hacia ella; y nos encontrábamos, nos sentíamos atraídos mutuamente, permanecíamos juntos, girando dichosamente el uno en torno al otro en órbitas próximas y armónicas. Cuando volví a verla, le relaté este sueño. —El sueño es hermoso —dijo tranquilamente—, hágalo realidad.

