Como siempre, la sencilla pureza y el determinado deseo de la santidad de Dios ganaron. Daniel había tenido razón: los sabores y las texturas prescritos por el Señor al pueblo que amaba eran lo que verdaderamente les hacía mejor. Dios nunca falla en dar vida abundante a aquellos que reciben Sus dones con confiada gratitud. En lugar de rezongar y quejarse, algo en que los hebreos se volvieron bastante competentes (aunque a veces nosotros competimos con esfuerzo por sacarles el título), debemos aceptar los caminos de Dios sabiendo que están diseñados

