Dios escogió el desierto y todo lo que este entrañaría porque sabía que era la mejor manera de prepararlos para lo que vendría, al llevarlos más cerca de sí, al enseñarles a depender de Él en todo, al ayudarlos a aprender a seguirlo aun cuando el sentido común les dijera que otro camino era preferible y, por cierto, más placentero.

