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August 11, 2019
Si no levantarías sin un arquitecto una buena casa para vivir en la tierra, ¿cómo quieres levantar sin Director el alcázar de tu santificación para vivir eternamente en el cielo?
Me has escrito: “orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué?” –¿De qué? De El, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias…, ¡flaquezas!: y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor y desagravio. En dos palabras: conocerle y conocerte: “¡tratarse!”
¿Santo, sin oración?… –No creo en esa santidad.
Bebamos hasta la última gota del cáliz del dolor en la pobre vida presente. –¿Qué importa padecer diez años, veinte, cincuenta…, si luego es el cielo para siempre, para siempre…, para siempre? –Y, sobre todo, –mejor que la razón apuntada, «propter retributionem»–, ¿qué importa padecer, si se padece por consolar, por dar gusto a Dios nuestro Señor, con espíritu de reparación, unido a El en su Cruz, en una palabra: si se padece por Amor?…
El mundo admira solamente el sacrificio con espectáculo, porque ignora el valor del sacrificio escondido y silencioso.
Paradoja: para Vivir hay que morir.
Te quiero feliz en la tierra. –No lo serás si no pierdes ese miedo al dolor. Porque, mientras “caminamos”, en el dolor está precisamente la felicidad.
Una mirada al pasado. Y… ¿lamentarte? No: que es estéril. –Aprender: que es fecundo.

