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Kindle Notes & Highlights
Mientras redactaba la inscripción para su tumba, entendí que la primera muerte ocurre en el lenguaje, en ese acto de arrancar a los sujetos del presente para plantarlos en el pasado. Convertirlos en acciones acabadas. Cosas que comenzaron y terminaron en un tiempo extinto. Aquello que fue y no será más. La verdad era esa: mi madre ya solo existiría conjugada de otra forma. Sepultándola a ella
cerraba mi infancia de hija sin hijos. En aquella ciudad en trance de morir, nosotras lo habíamos perdido todo, incluso las palabras en tiempo presente.
«Perder» se convirtió en un verbo igualador que los Hijos de la Revolución usaron en nuestra contra.
Todos nos convertimos en sospechosos y vigilantes, travestimos la solidaridad en depredación.
Vivir se había convertido en salir a cazar y regresar vivo. En eso consistían nuestros actos más elementales, incluso el de sepultar a nuestros muertos.
«Uno es del lugar donde están enterrados sus muertos». Al observar el césped rasurado alrededor de su tumba, entendí que mi único muerto me ataba a una tierra que expulsaba a los suyos con la misma fuerza con la que los engullía. Aquella no era una nación, era una picadora.
La frivolidad era el menos penoso de sus males. Nadie quería envejecer, ni parecer pobre. Ocultar, maquillar. Esa era la divisa patria: aparentar. Daba igual que hubiese o no dinero, daba igual que el país se cayera a pedazos:
Era la culpa del superviviente, algo parecido a lo que padecieron los que se marchaban del país, una sensación de oprobio y vergüenza: darse de baja del sufrimiento era otra forma de traición.
Los Hijos de la Revolución consiguieron llegar lo suficientemente lejos. Nos separaron a ambos lados de una
línea. El que tiene y el que no. El que se va y el que se queda. El de...
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Con el hambre se desató la larga lista de odios y miedos. Nos descubrimos deseando el mal al inocente y al verdugo. Éramos incapaces de distinguirlos.
Olvidamos la compasión, porque ansiábamos cobrar el botín de aquello que iba mal.
La vida fue aquello que pasó. Aquello que hicimos y nos hicieron. La bandeja donde nos abrieron por la mitad como un pan a punto de crecer. —¿Tanta