—No tiene por qué ser igual, Leah. —No podría serlo —logré decir. —Pero sí diferente, nuevo. ¿No era eso lo que hacías tú antes, cuando pintabas? Coger algo que ya existía e interpretarlo de otra manera. —Tragó saliva nerviosa—. ¿No podrías hacer eso con nuestra amistad? No hará falta que hablemos de nada que tú no quieras.

