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Porque a veces basta un «deja que ocurra» para tenerlo todo.
Tenía la sensación de que, desde el principio, fue como jugar a la ruleta rusa con todas las balas cargadas; estaba destinado a que alguna me atravesase el corazón.
si necesitas algo, cualquier cosa, sigues teniéndome aquí. De hecho, nunca me fui, en realidad.
Es una situación complicada. Ten paciencia. No hagas de las tuyas. —¿De las mías? —Sí, ya sabes, alguna mierda que se te cruce por la cabeza y que no tenga mucho sentido.
Después no hubo color y volví a sentirme a salvo de esos recuerdos que a veces intentaban entrar, de la vida que ya no tenía, de las cosas que había deseado y que ya habían dejado de importarme. Porque no era justo que todo siguiese igual, adelante, como si nada hubiese cambiado, cuando todo lo había hecho. Me sentía tan lejos de mi anterior vida, de mí misma, que a veces tenía la sensación de que también había muerto ese día.
—Hay un error en lo que has dicho. Antes eras feliz precisamente porque no lo pensabas, ¿y quién lo hace cuando tiene el mundo a sus pies? Entonces solo vives, solo sientes. Había miedo en su mirada. Pero también vi el anhelo.
—Porque esto es bueno para ti. Llorar. —Pero me hace daño. —El daño es un efecto colateral de vivir. Cerró los ojos, la noté temblar y la abracé. —Entonces, no sé si quiero vivir… —No digas eso. Joder, no lo digas nunca.
¿sabes qué es lo más triste de no hacer algo por cobardía? Que, con el paso del tiempo, cuando pienses en ello solo podrás pedirte perdón a ti misma por no haberte atrevido a ser valiente. Y reconciliarse con uno mismo a veces es más complicado que hacerlo con los demás.

