La vida siempre me ha parecido como una planta que vive de su rizoma. Su verdadera vida es invisible, está oculta en el rizoma. La parte que aparece por encima del suelo dura solo un verano y luego se marchita. Una aparición efímera. Cuando pensamos en el incesante auge y decadencia de la vida y de las civilizaciones, no podemos evitar la impresión de nulidad absoluta. Sin embargo, nunca he perdido el sentido de que algo vive y perdura por debajo del eterno fluir. Lo que vemos son las flores pasajeras. El rizoma permanece.