—Perdonadnos —dijo el archiprelado—. No queremos entrometernos. Pero sabemos que la tensión bajo la que os encontráis debe ser considerable. Maia suponía que así era, pero no había nada que hacer al respecto. —Os agradecemos vuestra preocupación. El archiprelado le sonrió, de forma tan repentina y deslumbrante como el sol en la nieve. —Una respuesta elegantemente evasiva, Serenidad. Habéis aprendido con rapidez las artes de la política.