Todavía podríamos estar allí, Serenidad, en un bar de tripulantes llamado Los Caballos Vaporosos, viendo a la gente beber aguamiel barato y escuchando filosofía mala, y de todas las formas en que pudiéramos pasar el resto de nuestras vidas, no sería la peor, si no fuera por la casualidad que nos puso un día en el mismo puesto de trabajo que Evrenis Bralchenar.