—No pensábamos que pudiéramos estar seguros del apoyo de nadie —dijo Maia. Aquello sin duda había sido un ruido: Beshelar reprimiendo un comentario exaltado. Maia mantuvo su atención en Csovar—. El golpe fue dirigido por el funcionario más importante de nuestro gobierno y un miembro de nuestra familia, y fueron ayudados por uno de nuestros nohecharei.