Había ido avanzando de forma constante en la estancia mientras hablaba, usando su presencia y el poder de su voz como arma. Maia se dio cuenta de que él mismo había ido retrocediendo poco a poco. Y Chavar no se había detenido. «Él lo sabe, sabe que temes un conflicto y, por lo tanto, sabe que puede intimidarte sin pronunciar ni una sola palabra desagradable».